En un lugar recóndito, alejado de la opulencia y del lujo, así como del ruido y bullicio de las grandes ciudades, hubo una época en la que vivió una persona poco común.
Rodeada de naturaleza, en mitad del campo tenía su humilde morada, una cabaña pequeña junto a un río, un pequeño huerto y muchas ganas de vivir. Yo diría que mucho más que eso, muchas ganas de enseñar a vivir.
Esta persona ya era mayor, había vivido muchos años pero transmitía una jovialidad contagiosa en todo aquel que la visitaba y hablaba con ella. Mucha gente peregrinaba hasta su refugio para pedirle consejo, o simplemente en busca de consuelo, pues sus enseñanzas siempre eran tranquilizadoras, animaban y estimulaban a todo aquel que las escuchaba.
En su mirada no había rencor, sólo la calma que da la serenidad plena del autoconocimiento.
Un día, un joven fue a visitarla y le preguntó: ¿Qué es lo que tengo que hacer para ser feliz?
Con una sonrisa en los labios, esta Sabia mirando al joven directamente a los ojos le dijo:
Una buena pregunta ésta que me formulas, más solo tiene una respuesta y tres enseñanzas que has de interiorizar y tener en cuenta para lograrlo:
Primera: "Has de comprender que la grandeza del ser humano reside en su fuerza interior".
Segunda: "Aprende, crece, escucha, despliega tus alas y comienza a volar".
Tercera: "Has de entender que la vida es la mayor aventura que experimentar".
El joven, tras escuchar esto y después de unos segundos en silencio, le dijo: ahora entiendo lo que he de hacer para ser feliz, lo tenía tan cerca y no lo veía. Ahora se que para ser feliz tan solo tengo que VIVIR.
P.D. Esta persona tan poco común, esta SABIA, eres tú, tan sólo has de escuchar a la fuerza de tu corazón, a tu ser interno, reflexiona sobre estas enseñanzas, pues la serenidad y tranquilidad de espíritu es la clave de una vida feliz.
¡ Nadie dice que esto vaya a ser fácil,
pero hemos de pensar que sí que es posible !
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