Un sendero prominente se abre paso hacia poniente.
Entre campos de cultivo y arboledas florecientes la senda marca el camino, la dirección y el sentido de los pasos olvidados que forjaron nuestro destino.
Las generaciones previas diseñaron el paisaje, dotándolo de armonía, belleza y practicidad palpable.
Caminar por el sendero es algo reconfortante que aliviará nuestras penas, al menos por un instante.
Si descubres el sendero transítalo al menos en parte, no te prives del disfrute de respirar su buen aire y así liberar tu mente de la cotidianidad asfixiante.
Si el sendero puedes ver pero no te animas a recorrer, tu carga será pesada, pues en la realidad que vivimos el horizonte es oscuro, y pedregoso el camino, el desaliento la norma y el caos domina el sentido.
Muy difícil lo tendrás si no eres capaz de evadirte de algún modo, de tomar distancia y perspectiva sobre el día a día que te golpea con fuerza y te debilita a cada paso.
Todos podemos ver el sendero prominente, cada uno de nosotros tenemos uno o incluso varios, esa válvula de escape que nos estabiliza. No le demos de lado, giremos nuestra mirada al sendero prominente y recorrámoslo en parte en el momento que lo necesitemos.
Sea para recuperar energía y alcanzar cierta serenidad, nuestro sendero es la llave para poder vivir en paz en estos tiempos convulsos, revueltos y difíciles, complicados de transitar.
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