Hoy quiero contaros una "bonita historia", un cuento de hadas, de príncipes y princesas que vivieron felices y comieron perdices, pero no puedo, pues estas "bonitas historias" no son otra cosa que un enfoque distorsionado y edulcorado de la vida.
Sí, a todos nos gusta escuchar historias de este tipo, o ver películas con esta temática, pero cuando lo hacemos sabemos que son "fantasía" o "ciencia ficción", y la vida no es eso. La vida es alegría, sí, pero también sufrimiento y dolor. Es más, para muchas personas la cuestión no es ya vivir, sino más bien sobrevivir, la desolación y la angustia forman parte del día a día para mucha gente que en determinados momentos llegan al extremo de no ver salida, situándose al borde del abismo, donde todo es oscuridad, tristeza y pesar.
Sin nada claro en el horizonte, sin objetivos plausibles por los que luchar, la vida pierde todo sentido, y aquel que se encuentra al borde del abismo comienza a plantearse la posibilidad de saltar al vacío y que todo termine, acabando así con el dolor, apagando el interruptor de su vida para siempre.
Y es aquí, en el momento que uno se encuentra al borde del abismo, cuando más importante es ser capaz de mirar todo en perspectiva e intentar extraer algo positivo a lo que aferrarse, pues llegado a este punto es cuando a uno se le presenta la posibilidad de elegir, entre: por un lado, saltar al abismo y que todo acabe, o por otro lado, dar un paso atrás, retroceder, darse media vuelta y volver a su vida, que no termina aquí.