Lo opuesto y a la vez complementario forman parte de nuestra existencia, a saber: el día y la noche, el yin y el yang, la vida y la muerte. Todos nosotros convivimos con esta dualidad a diario, muchas veces sin ser conscientes de la misma, sin reparar en ella.
Hoy yo voy a fijarme en la dualidad existente entre la Vida y la Muerte y, mediante esta entrada confío que también vosotros lo hagáis. Lo voy a hacer por medio de una poesía que se centra en la Muerte pero, no os asustéis, pues la belleza de estos versos nos hará incluso replantearnos el carácter negativo que tradicionalmente le otorgamos, desde luego dan para pensar y reflexionar sobre la misma.
El autor de esta poesía fue Xavier Villaurrutia (27/03/1903 - 31/12/1950), escritor mexicano que cultivo los géneros de poesía, crítica literaria y dramaturgia. Es una poesía un poquito larga pero tranquilos, cultivad la paciencia y veréis que merece la pena llegar hasta el final, aquí la tenéis:
DÉCIMA
MUERTE
I
¡Qué prueba de
la existencia
habrá mayor que
la suerte
de estar
viviendo sin verte
y muriendo en tu
presencia!
Esta lúcida
conciencia
de
amar a lo nunca visto
y de esperar lo
imprevisto;
este caer sin
llegar
es la angustia
de pensar
que puesto que
muero existo.
II
Si en todas
partes estás,
en el agua y en
la tierra,
en el aire que
me encierra
y en el incendio
voraz;
y si a todas
partes vas
conmigo en el
pensamiento,
en el soplo de
mi aliento
y en mi sangre
confundida
¿no serás,
Muerte, en mi vida,
agua, fuego,
polvo y viento?
III
Si tienes manos,
que sean
de un tacto
sutil y blando
apenas sensible
cuando
anestesiado me
crean;
y que tus ojos
me vean
sin mirarme, de
tal suerte
que nada me
desconcierte
ni tu vista ni
tu roce,
para no sentir
un goce
ni un dolor
contigo, Muerte.
IV
Por caminos
ignorados,
por hendiduras
secretas,
por las
misteriosas vetas
de troncos
recién cortados
te ven mis ojos
cerrados
entrar en mi
alcoba oscura
a convertir mi
envoltura
opaca, febril,
cambiante,
luminosa, eterna
y pura,
en materia de
diamante.
V
No duermo para
que al verte
llegar lenta y
apagada,
para que al oír
pausada
tu voz que
silencios vierte,
para que al
tocar la nada
que envuelve tu
cuerpo yerto,
para que a tu
olor desierto
pueda, sin
sombra de sueño,
saber que de ti
me adueño,
sentir que muero
despierto.
VI
La aguja del
instantero
recorrerá su
cuadrante,
todo cabrá en un
instante
del espacio
verdadero
que, ancho,
profundo y señero,
será clásico a
tu paso
de modo que el
tiempo cierto
prolongará nuestro
abrazo
y será posible
acaso,
vivir después de
haber muerto.
VII
En el roce, en
el contacto,
en la inefable
delicia
de la suprema
caricia
que desemboca en
el acto,
hoy el
misterioso pacto
del espasmo
delirante
en que un cielo
alucinante
y un infierno de
agonía
se funden cuando
eres mía
y soy tuyo en un
instante.
VIII
Hasta en la
ausencia estás viva:
porque te
encuentro en el hueco
de una forma y
en el eco
de una nota
fugitiva;
porque en mi
propia saliva
fundes tu sabor
sombrío,
y a cambio de lo
que es mío
me dejas sólo el
temor
de hallar hasta
en el sabor
la presencia del
vacío.
IX
Si te llevo en
mí prendida
y te acaricio y
escondo;
si te alimento
en el fondo
de mi más
secreta herida;
si mi muerte te
da vida
y goce mi
frenesí
¡qué será,
Muerte, de ti
cuando al salir
yo del mundo,
desecho el nudo
profundo,
tengas que salir
de mí!
X
En vano
amenazas, Muerte,
cerrar la boca a
mi herida
y poner fin a mi
vida
con una palabra
inerte.
¡Qué puedo
pensar al verte,
si en mi
angustia verdadera
tuve que violar
la espera;
si en la vista
de tu tardanza
para llenar mi
esperanza
no hay hora en
que yo no muera!
Xavier
Villaurrutia (1941)
¡Un abismo nos separa y a la vez nos une!
¡HASTA PRONTO!
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