En cuanto al tema que da título a esta entrada, me alineo con Lucio Anneo Séneca (Córdoba, 4 a.C. - Roma, 65 d.C.), filósofo, político, orador y escritor romano. Como escritor es considerado uno de los máximos representantes del estoicismo, sus reflexiones han quedado para la Historia y, a día de hoy, continúan con una vigencia plena.
Este es un fragmento de su pensamiento al respecto:
"Evitad cuanto complace al vulgo, cuanto el azar nos procura;
manteneos desconfiados y recelosos de todo bien fortuito;
tanto una fiera como un pez son engañados por el cebo que les atrae.
¿Consideráis esto regalos de la fortuna?, son emboscadas.
Cualquiera de vosotros que desee pasar la vida en paz debe evitar
en la medida de lo posible estos beneficios pegajosos
que lastimosamente nos engañan también en esto;
en que creemos poseerlos y quedamos sujetos a ellos".
¿Qué más se puede decir?. Meditad sobre su sustancioso contenido y pensad en cuantas cosas hay a nuestra disposición en la actualidad que nosotros creemos que "dominamos" cuando realmente estamos siendo "esclavizados por ellas". Tan sólo os voy a mostrar un ejemplo representativo, que no es otro que el uso de los teléfonos móviles o smartphones. Cierto es que nos hacen la vida más "fácil" o "cómoda" cuando son utilizados con moderación, pero ¿Qué le ocurre a aquella persona que un día sale de casa y se le olvida coger este aparato?. Pánico, estrés, ansiedad, dependencia, síntomas todos ellos de una adicción, inconsciente en muchos casos, que tan sólo se pone de manifiesto ante la carencia o ausencia de este medio tecnológico.
Y es que, nuestra felicidad no depende de los demás ni de nuestras posesiones.
Creo que eso depende de la dependencia de cada uno....a mi, si se me olvidara no sufriría.
ResponderEliminarMi sensación sería todo lo contrario de tranquilidad y liberación.. Un abrazo amigo.
Realmente somos esclavos de las posesiones materiales, de las personales y de nosotros mismos. En una separación o divorcio o herencia, el ser "humano" se puede volver despreciablemente avaricioso por cosas materiales que en realidad no necesita. Nos sentimos esclavos de la familia o nuestro entorno cuando sentimos y pensamos diferente pero evitamos expresarlo abiertamente por miedo a perderlos, en cierto modo somos esclavos de esas relaciones humanas. Y por último somos esclavos de nosotros mismos porque nos traicionamos a cada paso cuando hacemos las cosas por obligación, por complacer-agradar a otros, e incluso por exigirnos a nosotros mismos unos cánones ya sean físicos o intelectuales, que creemos que debemos tener y los perseguimos a veces en exceso y pagando el alto precio de no dejarnos simplemente fluir y descubrir quienes somos realmente. Nosotros mismos somos al mismo tiempo nuestros más crueles tiranos y los más sufridos esclavos.
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