César tuvo un día difícil, de esos en los que parece que todo se complica y ralentiza, ya por la mañana le costó levantarse de la cama, al ducharse no funcionó el agua caliente y las tostadas del desayuno se le quemaron.
En el trabajo más de lo mismo, acumulación de tareas, estrés y tensión fueron la tónica durante toda la jornada.
Al regresar a casa César pensó que por fin podría descansar pero al poco de llegar discutió con su mujer a causa de un mal entendido ocasionado por su olvido, pues tenía que haber comprado unas cosas para el hogar y se le fue de la cabeza, y ya era tarde para remediarlo.
Triste y angustiado por todo lo acontecido durante el día, sufría y no sabía qué hacer, se sentía desorientado y perdido, en cierto modo frustrado, no veía salida, tan sólo deseaba que llegase la noche para irse a dormir y así poder descansar de verdad, pero el reloj en estos casos avanza despacio, y todavía le dio tiempo para tener otra discusión, esta vez con sus hijos a causa del elevado volumen de la música que escuchaban en su cuarto, la cual se oía por todo el vecindario.
Un día para olvidar, se decía César, y llegó la hora de irse a la cama, ¡por fin! pensó, y en ese momento sonó el despertador, las 7:00 a.m., hora de levantarse, ¿Cómo...? se preguntó, ¡todo ha sido un sueño!. Un nuevo día comenzaba, una nueva oportunidad, se lanzó de la cama con fuerza para afrontar la jornada, convencido de que ésta sería muy diferente a la de su sueño, y la disfrutó.
P.D. ¡Todos somos César!