En un denso bosque europeo, aislado de zonas habitadas por el hombre, cuenta la leyenda que en una gruta milenaria, muy profunda y oscura, se esconde un licántropo, o mejor dicho, el primer hombre lobo, llamado Licaón.
Aún hoy, las autoridades recomiendan a curiosos y aventureros que eviten internarse en ese bosque, sobre todo durante las noches de luna llena, pues es en éstas cuando Licaón, sediento de sangre, sale de su escondite para saciarse, atacando a los animales que se encuentra a su paso, destrozándolos con sus enormes garras y colmillos.
La inmortalidad lo ha tratado bien, se dice que tiene un tamaño descomunal, con una fuerza, velocidad, resistencia y agilidad hiperdesarrolladas.
Algunas expediciones controladas se han llevado a cabo en ese bosque en los últimos años, con drones se han captado imágenes de restos de animales descuartizados, así como unas huellas de lobo, pero de un tamaño tres veces superior al de un lobo común.
Ese bosque es zona acotada, dominio de Licaón. Que es un mito muchos dicen, una cortina de humo para evitar curiosos husmeando en una zona dónde el gobierno realiza experimentos secretos afirman otros.
Los más crédulos por su parte prefieren pensar que Licaón existe de veras y habita en su territorio, poderoso y fiero lo defiende y nunca dejará que se acerquen a él.
Respetemos sus dominios y confiemos que Licaón se mantenga en ellos y no le dé por acercarse a zonas habitadas por humanos, y con ello transmitir su maldición de hombre lobo a otras personas.
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