La que a las afueras de la ciudad fue símbolo de progreso durante la segunda mitad del siglo XX, luce hoy abandonada.
La Cementera, que ocupa una superficie inmensa, se eleva en la llanura siendo palpable su deterioro progresivo. Como si de una ciudad maldita se tratase, su aspecto es siniestro y ruinoso.
De su pasado glorioso, cuando cientos de trabajadores se dirigían diariamente hacia ella, a estar desolada y vacía, nada queda, salvo hierros oxidados por el paso del tiempo y moles de hormigón.
El impacto ambiental es grande, y del económico ni hablamos, pero nadie hace nada, lo que sucedió en el pasado es un misterio, pasando de ser el motor económico de la comarca a cerrar sus puertas en un corto espacio de tiempo, y desde entonces la nada, nunca se le dio un nuevo uso a sus enormes instalaciones.
Y allí sigue, como un fantasma entre la bruma en las mañanas de otoño se eleva y asoma como una fortaleza devastada. Y en verano el sol abrasador hace el aire irrespirable en su entorno.
Los habitantes de las localidades próximas han solicitado en varias ocasiones que se dé una solución a la antigua Cementera, bien demoliéndola y retirando los escombros para habilitar una zona verde o bien restaurándola por partes para otros usos. No han recibido respuesta, la propiedad es privada y la administración no interviene.
Que hay que reutilizar y reciclar proclaman los expertos, y yo me pregunto: ¿en la concesión de licencias y permisos de obras para este tipo de ingeniería no se tiene en cuenta qué hacer una vez que la infraestructura no se utilice?
¡ Pues debería !
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