Tarde de domingo, aquí estoy, en una sala de espera de hospital. Ella entró hace unos minutos a la estancia en la que le realizarán las pruebas médicas, iba nerviosa y preocupada, pues de las mismas dependerá el diagnóstico del mal que la aqueja.
Yo quedo sólo, a la espera, al menos durante la próxima hora, tiempo necesario para completar dichas pruebas.
Medito y reflexiono sobre la situación, confío que ella soporte la ejecución de las pruebas para que éstas se realicen con éxito. Pienso que el diagnóstico de las mismas no será "muy grave", aunque bien es cierto que la enfermedad lleva mucho tiempo limitándola.
Espero que del resultado pueda derivarse un buen tratamiento que la haga mejorar, es mi deseo y esperanza.
Los minutos pasan, yo sigo esperando, y mientras tanto escribo estas palabras que relajan mi mente. No estoy mal, pero me preocupo por ella.
Me digo a mi mismo que todo saldrá bien, que éste es un paso necesario más para lograr el objetivo que anhelamos, el restablecimiento de su salud, la recuperación de su bienestar y consecuentemente del mío.
Media hora más tarde, las pruebas siguen su curso y pienso "que dura es a veces la vida", "que difícil mirar hacia el futuro en estas circunstancias", y por ello vuelvo al presente, es lo que tenemos y lo que hemos de afrontar, con confianza en que todo mejorará y que esta situación la superaremos, juntos, como siempre hemos hecho.
Ya pasó la hora y ella sale de la estancia, se dirige hacia mí, las pruebas médicas se han realizado bien, estupenda noticia.
Ahora nos queda esperar el resultado de las mismas, que se lo comunicarán en una fecha próxima en la consulta del especialista.
Volvemos a casa, otro paso dado, ella está cansada pero satisfecha por haber superado este momento.
Yo, contento y esperanzado, confiado en que todo se solucionará.
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