Ese lugar que verdaderamente logra el efecto de aislarte, aunque tan sólo sea por un momento, del mundanal ruido, del bullicio exterior de tu pueblo o ciudad, y que por circunstancias no es tu propia vivienda, pues incluso hasta ella llega el ruido exterior del tráfico, de la calle y de la cotidianidad.
Seas creyente o no, tanto si buscas un momento de oración o simplemente de reflexión y calma, unos instantes para la relajación de los sentidos y para alcanzar la paz mental y porqué no, espiritual y emocional, ese lugar te puede ayudar, pues es en él en el que el silencio invita a parar.
Sean unos pocos minutos o algo más, la duración de tu estancia la eliges tú, cierto es que saldrás reconfortado.
Acércate pues a ese lugar, que no es otro que cualquier templo, ermita o capilla por la que quizás pasas a diario pero nunca has reparado en ella, atraviesa su umbral y sumérgete en la paz que allí encontrarás.
Eso sí, para que tu visita sea provechosa realízala fuera del horario de culto, si lo tuviera, pues es en ése horario de apertura en el que apenas hay gente, y los que están buscan lo mismo que tú, silencio y recogimiento, un momento muy personal para el enriquecimiento de tu ser.
El momento del culto, de la misa, es una celebración colectiva de la creencia de que se trate, pero aquí no hablo de creencias religiosas, sino de algo mucho más íntimo, profundo y personal que tan sólo necesita calma, silencio y tranquilidad.
Haz la prueba y experimenta estas sensaciones de las que lamentablemente nos hemos ido alejando llevados por esta sociedad de la inmediatez, en la que se nos empuja a ir deprisa en nuestro día a día y en la que se nos olvida que en ocasiones es muy necesario parar.