Soñar despierto es bueno, en cierto modo te evade de tu situación actual proyectando una imagen positiva a futuro, por lo que te reconforta haciéndote sentir bien, todo va a mejorar.
Pero como dijo Calderón de la Barca en su obra más famosa "La vida es sueño": "... que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son".
Y, ¿qué quiere decir con la expresión: "... y los sueños, sueños son"?, pues que los sueños son volátiles y efímeros si no nos esforzamos por hacer que los mismos se conviertan en realidad.
Hemos de trabajar a diario por nuestros sueños para que éstos dejen de serlo, esforzarnos y sacrificarnos para alcanzarlos y que pasen a formar parte de nuestro plano real, de nuestro presente cotidiano.
Lo más importante para ello, en primer lugar a de ser que nuestros sueños sean "realistas" y no "utópicos", esto es, que no sean fantasiosos e inalcanzables.
En segundo lugar trabajar en pos de ellos desde "ya", pasar a la acción, ¿cómo?, pues formándonos y aprendiendo sobre los procesos que nos faciliten el conocimiento necesario para avanzar, así como cambiando los hábitos que sean necesarios, adquiriendo aquellos que nos sean favorables y nos ayuden en nuestro proyecto y desechando o sustituyendo aquellos hábitos más negativos que nos perjudican o nos alejen de nuestro objetivo final.
No es fácil, pues supone un esfuerzo integral de la persona y un alto nivel de compromiso con la causa, pero ¿qué es fácil en esta vida?, y es que para cualquier persona, tener objetivos en mente es el motor de vida más valioso, un aliciente que nos impulsa a vivir con intensidad y a que trabajemos con ilusión por nuestros sueños, esos sueños que dejarán de serlo cuando se cumplan y recibamos la recompensa a todo el trabajo y esfuerzo depositado en el proceso.
Sueño cumplido, objetivo conseguido, satisfacción personal y agradecimiento por la dicha. Echar la vista atrás, valorar y disfrutar de todo el proceso y viaje que ha supuesto este reto.
Y ahora, a seguir soñando, viviendo, luchando y disfrutando.